cctm collettivo culturale tuttomondo Mario Sampaolesi (Argentina)
El Hierro* di Mario Sampaolesi (Buenos Aires, 1955)
Dalla persiana socchiusa
filtra la luce.
In quel chiaroscuro imperfetto
appare, gira e scompare
la lenta polvere del polline.
Allora, ricordai quel cielo coronato
da nuvole giallastre.
Si estendeva mutevole sul santuario
di uccelli marini,
le aspre pareti degli scogli
cadevano a picco e in fondo
una schiuma nervosa e viva le copriva.
Il mare insisteva nel suo tentativo
di dissolvere la roccia,
ma falliva ancora e ancora.
Nulla avrebbe potuto.
Abbracciati in cima al belvedere
noi osservavamo la bellezza.
La forza del vento obbligava gli uccelli
a planare:
alcuni salivano, altri scendevano
anche se tutti loro si scontravano contro le correnti,
gli echi dei loro stridii scolpivano sulle rocce
le forme istantanee dei voli.
Eravamo arrivati a El Hierro
da una settimana
e già sapevamo tutto sull’isola,
e sui suoi abitanti.
Rapidamente conoscemmo
nelle nostre passeggiate per la città
i piccoli negozi,
le case bianche, gialle, rosse,
i bazar con oggetti turistici
e anche i flaconi scuri degli elisir
pieni di un’energia sessuale che
–secondo i commenti della proprietaria dell’albergo–
ci avrebbe travolto.
-Perché nella loro essenza contengono
bolle di lava, ci spiegò furtiva-.
La donna ti aveva adottato.
Riconobbe nel colore del tuo sguardo
la sua razza celtica,
i rituali segreti che ti fecero arrivare
fino lì.
Io semplicemente ti ho amato ancora e ancora
sotto la luce incandescente di quelle notti.
Senza volerlo, ci siamo trasformati in parte dell’isola.
Abbiamo bevuto insieme il vino di una felicità
che immaginavamo invincibile.
Durante quei giorni siamo stati specchi
dove non si è mai riflessa la solitudine.
Ma il futuro sì.
Una mattina ti svegliasti senza ricordare
la notte,
né le stelle che avevamo nominato a caso
giocando con la nostra ignoranza
su galassie e costellazioni.
Per tutto quel giorno
fingemmo che nulla fosse successo.
Ma entrambi sapevamo che nel ferro
di quella terra
era stata forgiato il tuo primo oblio.
Ora vedo l’armadio
con i cassetti aperti vuoti dei tuoi vestiti,
le lenzuola del letto attorcigliate
scomposte
e sento tutta l’assenza
del tuo corpo al mio fianco.
Ti penso nella tua gabbia
mentre ti ribelli contro il costante martellare
della rassegnazione
aggrappata al grido tra le sbarre
cercandomi
nei confusi volteggiamenti
di quegli uccelli sempre sul precipizio.
dal libro inedito Después de Reikjavik
*El Hierro, isola nell’ Oceano Atlantico appartenente alle Canarie.
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El Hierro* de Mario Sampaolesi (Buenos Aires, 1955)
Por la persiana entreabierta
se filtra la luz.
En ese imperfecto claroscuro
aparece, da vueltas y desaparece
el polen lento del polvo.
Entonces, recordé aquel cielo coronado
por nubes amarillentas.
Se extendía cambiante sobre el santuario
de aves marinas,
las escabrosas paredes de los acantilados
caían a pico y en el fondo
una espuma nerviosa y viva las cubría.
El mar perseveraba en su intento
por disolver la roca,
pero fracasaba una y otra vez.
Nada hubiera podido.
Abrazados en lo alto del mirador
nosotros observábamos la belleza.
La fuerza del viento obligaba a los pájaros
a planear:
algunos ascendían, otros bajaban
aunque todos ellos irrumpían contra las corrientes,
los ecos de sus graznidos tallaban sobre las rocas
las formas instantáneas de los vuelos.
Habíamos llegado a El Hierro
desde hacía una semana
y ya sabíamos todo sobre la isla,
y sus habitantes.
Rápidamente reconocimos
en nuestras caminatas por la ciudad
los pequeños negocios,
las casas blancas, amarillas, rojas,
los bazares con objetos turísticos
y también los frascos oscuros de los elixires
repletos de una energía sexual que
–según los comentarios de la dueña del hotel-
nos excedería.
-Porque en su esencia contienen
borbotones de lava, nos explicó sigilosa-.
La mujer te había adoptado.
Reconoció en el color de tu mirada
su raza celta,
los rituales secretos que te hicieron llegar
hasta allí.
Yo simplemente te amé una y otra vez
bajo la luz calcinante de esas noches.
Sin quererlo, nos convertimos en parte de la isla.
Bebimos juntos el vino de una felicidad
que imaginamos invulnerable.
Durante esos días fuimos espejos
donde nunca se reflejó la soledad.
Pero sí el futuro.
Una mañana despertaste sin recordar
la noche,
ni las estrellas que nombramos al azar
jugando con nuestra ignorancia
sobre galaxias y constelaciones.
Durante todo ese día
fingimos que nada había pasado.
Pero ambos supimos que en el hierro
de esa tierra
se había forjado tu primer olvido.
Ahora veo el placard
con los cajones abiertos vacíos de tu ropa,
las sábanas de la cama revueltas
desplazadas
y siento toda la ausencia
de tu cuerpo a mi lado.
Te pienso en tu jaula
rebelándote contra el constante martilleo
de la resignación
aferrada al grito entre los barrotes
buscándome
en los confusos revoloteos
de aquellas aves siempre sobre el precipicio.
Poema del libro inédito Después de Reikjavik
*El Hierro, isla en el Océano Atlántico perteneciente a las Canarias.
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traduzione: Carla
foto: Mario Sampaolesi
Mario Sampaolesi (Buenos Aires, 1955) es un poeta, editor y traductor argentino.
Su obra Mare Nostrum en el año 2021 ha sido galardonada con el Primer Premio Bienal de Literatura Ciudad de Buenos Aires (anteriormente Premio Municipal) (2014-2015).
Ha publicado los siguientes libros de poesía:
Cielo Primitivo (1981) – Sociedad Argentina de Escritores; La Belleza de lo Lejano (1986) Editorial Amaru; La Lluvia sin Sombra (1992) – Ediciones La Guillotina; El Honor es Mío (1992) – Editorial Vinciguerra; Puntos de Colapso (1999) – Ediciones del Dock. Sobre este libro el poeta argentino Joaquín Giannuzzi escribió:
“La realidad es, en la poesía de Mario Sampaolesi, una experiencia que asume dramáticamente. De allí que la mirada del poeta la defina en situación de perpetuo conflicto. Lo guía en esta empresa un pensamiento de extrema sutileza, pero no explicitado sino inmerso en las imágenes de rica inventiva metafórica, apelando al misterio y la sugestión. La variedad del mundo se manifiesta en la intensidad de sus múltiples rostros, profundidades y vacíos, impregnada a la vez por una lucidez lírica que las palabras encarnan en prosa libre, atenta a su propio ritmo, escritas no sólo para el entendimiento y la sensibilidad sino también para el oído. Conocimiento y música se conjugan así para elaborar una expresión de excepcional nivel en el panorama actual de la poesía argentina.”
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