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La storia di Ermafrodito
Afrodite non tradiva Efesto soltanto con Ares: essa amò pure il dio Hermes. Il figlio che nacque loro era talmente somigliante ai suoi genitori da essere chiamato con un nome che riassumeva in uno solo quello di entrambi: Ermafrodito.
Fu un dolce fanciullo che le ninfe del monte Ida allevarono con amore. Divenuto giovinetto partì per esplorare i luoghi sconosciuti della Lidia e della Caria. Nella Caria gli accadde lo strano fatto che macchiò per sempre il suo nome.
Sulla sponda del limpido ruscello Salmacide, sedeva una giovane ninfa chiamata in egual modo. Essa si rimirava nell’acqua pettinando la sua splendida chioma d’oro. Si trovava bella e non si stancava mai di guardarsi. “Alterna l’ozio con la caccia!” le dicevano le compagne, ma lei non le ascoltava e le sue giornate trascorrevano solitarie e piene di sogni.
Ed ecco che un giorno ella vide Ermafrodito sulla riva del ruscello e pensò fosse stato il destino a mandarglielo. Si meravigliò un poco che egli non la notasse, ma non si scoraggiò: gli parlò, gli si avvicinò, ma fu respinta. Piena di stupore, si allontanò.
Ermafrodito, dimentico di lei, pensò con un fremito di gioia al piacere di tuffarsi nell’acqua pura e fresca del ruscello per ristorarsi del lungo cammino e senza por tempo in mezzo mise in atto il suo pensiero. Ma successe qualche cosa che egli non aveva previsto: Salmacide a sua volta si era tuffata nell’acqua. Nel ruscello lo raggiunse e si avvinghiò a lui. Contro il suo cuore, il cuore del giovinetto sobbalzò sgomento, ma la ninfa pensò fosse un fremito d’amore. Allora supplicò gli dei:“O numi divini, fate che più nulla mi possa separare da lui!”
Il corso d’acqua limpidissimo compì il prodigio. Il giovane che vi si era immerso felice, ne uscì colmo di orrore: unita a lui, per volere degli dei, Salmacide formava con il suo un corpo solo, e fu un’ibrida creatura nuova che sorse dal connubio: maschio e femmina insieme.
Unica vendetta contro l’ingiusto destino che Ermafrodito poté ottenere, fu la maledizione del lago che lo aveva tentato con la sua purezza. Puro rimase, ma solo apparentemente, perché chiunque vi si bagnò in seguito, ne uscì mutato: le membra molli, l’animo confuso e un nome che divenne un marchio vergognoso: quello stesso di Ermafrodito.
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La historia de Hermafrodito
Afrodita no traicionó a Hefesto solo con Ares: también amaba al dios Hermes. El hijo que les nació era tan parecido a sus padres que lo llamaron con un nombre que resumía el de ambos en uno: Hermafrodito.
Era un niño dulce a quien las ninfas del monte Ida criaron con amor. Cuando se convirtió en un joven, se fue a explorar los lugares desconocidos de Lydia y Caria. En Caria le sucedió el extraño hecho que manchó su nombre para siempre.
En la orilla del claro arroyo Salmacid estaba sentada una joven ninfa nombrada de la misma manera. Ella miró en el agua, peinando su espléndido cabello dorado. Se encontró hermosa y nunca se cansó de mirarse.
“¡Alternar la ociosidad con la caza!” sus compañeros le dijeron, pero ella no los escuchó y sus días pasaron sola y llenos de sueños.
Y he aquí, un día vio a Hermafrodito en la orilla del arroyo y pensó que era el destino enviarlo. Ella se sorprendió un poco de que él no la notara, pero no se desanimó: le habló, se acercó a él, pero fue rechazada. Llena de asombro, se alejó.
Hermafrodito, ajeno a ella, pensó con un temblando de alegría por el placer de sumergirse en el agua pura y fresca del arroyo para refrescarse del largo viaje y sin demora puso sus pensamientos en acción. Pero sucedió algo que no había previsto: Salmacide a su vez se zambulló en el agua. En el arroyo ella lo alcanzó y se aferró a él. Contra su corazón, el corazón del joven saltó consternado, pero la ninfa pensó que era un estremecimiento de amor. Luego suplicó a los dioses: “¡Oh dioses divinos, asegúrate de que nada pueda separarme de él!”
El curso de agua clara realizó el milagro. El joven que se había sumergido en ella salió feliz lleno de horror: unido a él, por la voluntad de los dioses, Salmacide formó un solo cuerpo con el suyo, y fue una nueva criatura híbrida que surgió de la unión: macho y hembra juntos.
La única venganza contra el injusto destino que pudo obtener Hermafrodito fue la maldición del lago que lo había tentado con su pureza. Se mantuvo puro, pero solo en apariencia, porque cualquiera que se mojara en él luego salía cambiado: miembros, un alma confusa y un nombre que se convirtió en una marca vergonzosa: el de Hermafrodito mismo.
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Chiara Rossi Collevati
da Leggende e tragedie della mitologia greca, Gianni Monduzzi Editore, 1998
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opera: Ermafrodito dormiente, sconosciuto e Gianlorenzo Bernini (1620), ubicazione Museo del Louvre, Parigi
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