centro cultural tina modotti Antonio Nazzaro traduce Sandro Pecchiari
Sandro Pecchiari, Despojando raíces, Uniediciones, 2019
FRÍO DE FEBRERO
Arrastro mis pies de arena
hacia un mar licántropo
que gruñe y que gasta
la playa demacrada del invierno.
Tendré surcos de un aliento
que se lanza sobre las mejillas
y donde le borra el nombre.
Y al final de los pasos
de este huraño hoy,
que se expande en trizas
tijeradas por el viento
y se atenúa junto a las palabras,
¿pelaremos los objetos
para buscarle un sentido?
Ni tú ni yo probamos
el amor escaso que nos queda –
eres una estela de avión arriba en el cielo
y yo una funámbula gaviota.
(Grado)
Sandro Pecchiari, Le svelte radici, Samuele Editore 2019
FREDDO DI FEBBRAIO
Struscio i miei piedi di sabbia
verso un mare mannaro
che mugugna e che smangia
la spiaggia smunta dell’inverno.
Avrò solchi d’un fiato
che si slancia sulle guance
e vi cancella il nome.
E alla fine dei passi
di questo fosco oggi,
che si spande in frantumi
sforbiciati dal vento
e si smorza assieme alle parole,
sbucceremo gli oggetti
a ricercarne un senso?
Né io né tu tentiamo
l’amore scarso che ci resta –
sei una scia d’aereo su nel cielo
ed io un funambolo gabbiano.
(Grado)
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foto: copertina del libro
Traduzione di Antonio Nazzaro
Pecchiari elige el “contacto” de la visión, de imágenes planas –pero también laberínticas– que no se olvidan nunca de cruzar las mismas cosas.
Son paisajes captados en carácter propiamente absoluto, porque mantienen la natural carga vital de una visión, si así se puede decir, hecha de instantes y naturaleza (tanto así que nos hace recordar, tal vez, esa obra maestra de imágenes que ha sido Picnic at Hanging Rock).
Tiempo, cuerpo, lugares y palabra son trazados nítidos que auspician, en fin, su destino de liquidad. Y aunque haya en nosotros una necesidad radicada, fisiológica, de oponerse a lo discontinuo, a lo fragmentario, el poeta insiste en la voluntad de desanudar el arraigo connatural: no deja de marcar ese indescifrable humano.
Literalmente denso y al mismo tiempo reconocible, la producción del poeta triestino se declara de inmediato fuente de un aparato retórico, no solo en las elecciones lexicales.
El eclipse de cada significado seguro, en esta obra dividida en cuatro secciones, busca una recuperación en las sinestesias semánticas, en el sentirse fuera de lugar, en la posibilidad de una perenne metamorfosis, no sin sumergirse en una profunda génesis de ese cuerpo que perdura y vive a condición que sepa «jugar el tiempo», como diría un filósofo, y que el autor nos devuelve la mejor forma del desencanto. En suma, se escrutan otros horizontes en toda geografía, la posibilidad, para quien la escoge, de ver algo sin luz manifiesta. El brillo es otro, en esta ocasión se lo pide a la palabra, al valioso oxímoron de resistir y dejarse ir, por la poesía.
Antonio Nazzaro traduce Sandro Pecchiari